domingo, 27 de marzo de 2011

El efecto Pigmalión: la expectativa autocumplida

Cuenta el mito de Ovidio que un día, el rey de Chipre, Pigmalión, esculpió una estatua de una mujer de tan espléndida belleza que quedó prendado de ella. Tal era su deseo que convocó a los dioses para que convirtieran a la inerte figura en una mujer de verdad. Concediéndole el deseo, tuvo ante sus ojos a una mujer de carne y hueso a la que Pigmalión llamó Galatea. Se casaron y fueron felices.

Esta leyenda refleja perfectamente la situación con la que nos topamos cada día. Cuando nos relacionamos con nuestro entorno, con nuestros amigos, con nuestros padres, nuestra pareja, nuestros hijos o nuestros compañeros de trabajo, a menudo esperamos de ellos unas actitudes determinadas y nos formamos unas expectativas claras que esperamos que cumplan. Y así se lo transmitimos. Les comunicamos en situaciones cotidianas las esperanzas que depositamos y tenemos sobre ellos que, muy probablemente, se conviertan en realidad. A este modelo de relaciones se le conoce con el nombre del efecto Pygmalion. La esencia de este efecto se encuentra localizada en nuestra autoestima pues, las esperanzas positivas o negativas del emisor se comunican al receptor que experimentará un refuerzo positivo o negativo de su autoconcepto o autoestima (Menores en desamparo y conflicto social. El efecto Pigmalión. Pilar Oñate y García de la Rasilla, 1996).

Esto es, nuestras expectativas se depositan en el emisor e incidirán en su autoconcepto o autoestima, mermando si nuestras expectativas son negativas, y reforzando si nuestras esperanzas son positivas. Es alentador y recomendable cuando se usa de forma positiva, pero es fulminante si se usa de modo perverso. El receptor corre el peligro de acabar creyéndose lo que el emisor le transmite, sobre todo, si este último representa una figura digna de admiración y respeto. Por tanto, es preciso mantenernos alerta y tener cuidado en nuestras relaciones sociales cotidianas pues, sin quererlo, podemos estar dañando una de las zonas más delicadas y vitales del ámbito afectivo y del campo emocional del ser humano.

El Pigmalión positivo se refiere, en general, a una actitud de refuerzo que consiste en acompañar. Manifiesta en el receptor una muestra de interés y de aprecio por parte del emisor que le permite descubrir aquellos valores y atractivos ocultos en él. Aporta y enriquece al beneficiario ayudándole a utilizar sus recursos propios, a descubrirse a sí mismo, a crear una actitud responsable y a motivar. Cuando una madre observa que su hijo está absorto durante horas frente al televisor sin hacer nada adoptando una actitud totalmente pasiva y le dice en tono afable: "Hijo, ¿qué haces aquí delante de la televisión? ¿Por qué no te animas y vamos a dar un paseo los dos y así te da un poco el aire en esa carita tan bonita que tienes? Mira que eres guapo hijo". En estos momentos se le refuerza de una manera positiva pues la madre le está transmitiendo que es guapo, que a ella le gusta el físico del hijo y que para ella, sea como sea el chaval, es digno de ser visto. En esos momentos, la autoestima del hijo se ha visto reforzada y, posiblemente, el hijo se anime a acompañar a su madre.

Sin embargo, cuando el Pigmalión resulta ser negativo, los conflictos personales externos e internos están servidos. Manifiesta una actitud negativa, de reproche, de insatisfacción, de desmotivación, e incluso de ataque. El emisor transmite que no está a gusto con su compañero, que algo de su actitud le molesta, que puede llegar a irritarle, que le sanciona o le juzga. Y el emisor, ante esto, reacciona de diversas formas. Pero todas ellas son negativas. Se siente dolido, triste, desmotivado, atacado, herido, injustamente tratado e irrespetado.

Este efecto es conocido también como teoría del etiquetaje. Un hombre ha violado a una mujer. Ese hombre, para la sociedad, que ejerce un poder inmenso en el individuo, es un violador. Y subrayo la palabra es porque su actitud se generaliza y pasa a ser su completa identidad. No "ha hecho", para la sociedad simple y llanamente "es". Se etiqueta con el label de violador y cuando cumpla condena y salga a la calle, le recordaremos como el violador. Esta etiqueta hiere, ataca y deja huella en la autoestima. De tanto transmitírselo, acaba creyéndoselo. Y cuando alguien cree en algo, lo cumple hasta el final. Esa persona probablemente no se cure nunca porque desde nuestra perspectiva no se lo permitimos. Pongamos el caso anterior. Una madre observa que su hijo está absorto durante horas frente al televisor sin hacer nada adoptando una actitud totalmente pasiva, solo que, esta vez, el tono de la mujer es más duro. Le dice al hijo: "Pero mira que eres vago. Si es que ya lo dice tu padre que no vales para nada. Mírate ahí tirado...¡qué asco de verdad hijo! ¡Muévete o haz algo!". Este chico probablemente no haga nada. La madre le transmite mensajes negativos y etiquetas constantes: eres vago y no vales, es decir, eres un inútil. Con esta información destructiva y agresiva se consigue mermar y fulminar la autoestima de una persona convirtiéndole en alguien que aborrecemos.

Para una persona es muy duro percibir que parece que alguien la aborrece. El mensaje es: "no hacemos", sólamente "somos". Este efecto es perverso y peligroso. Lo bueno es muy bueno pero lo malo es peor. Si ya es de por sí resulta dañino recuerden lo que le dijo Julia Roberts a Richard Gere en Pretty Woman, que "lo malo siempre es mucho más fácil de creer".

5 comentarios:

  1. Cada artículo que haces es todavía mejor que el anterior. En este caso lo haces el día en que detienen al supuesto secuestrador de la niña andaluza y hemos sido testigos de los comentarios tan salvajes que se vierten sobre su persona en distintos lugares de internet. Deberíamos todos leer este artículo y reflexionar sobre el tema.

    Muchas gracias por informarnos y hacernos pensar. De alguna forma nos ayudas a conformar nuestros propios valores con estos artículos y eso es una tarea muy difícil.

    ¡Sigue así!

    ResponderEliminar
  2. Hola queria saber si el articulo (buenisimo) lo has escrito tu o lo has extraido de alguna web, si es asi te agradeceria q me pasases un link de ella o algo. Muchas gracias

    ResponderEliminar
  3. Hola Kaim.
    El artículo es mío. Lo que sucede es que he cogido un concepto de una autora del libro "Menores en desamparo y conflicto social" que la menciono en el texto. Soy estudiante de Educación Social y es un tema que tenemos muy interiorizado y creí que sería bueno compartirlo. Muchas gracias a ti por entrar al blog y dar tu opinión y expresarte. Si quieres información acerca de algún tema puedes venir siempre que quieras o escribirme por e-mail. Bienvenido a MundoDespierto. Espero verte de vuelta pronto. Un saludo muy fuerte.

    ResponderEliminar
  4. Hola Carmen, soy estudiante de magisterio musical (último curso). Actualmente estoy realizando el Practicum II, que es lo último que me queda. Sólo decirte, que me parece interesantísimo lo que explicas en el artículo. He de hacer el seguimiento de un@ niñ@ con necesidades educativas especiales (y quién no las tiene?) y voy a tratar de hacerlo con la visión a través de este prisma. Gracias por abrirnos la mente.

    ResponderEliminar
  5. Hola Arraigo,
    Antes que nada, muchísimas gracias por tus palabras. Me encanta que te haya gustado y te hayas sentido bien al leer el post. Efectivamente, como bien dices, ¿quién no tiene necesidades educativas? Yo en mis prácticas (en un centro de menores) traté de enfocarlas también bajo este prisma que tanto me marcó en Educación Social. Y debo decir que funciona, con los menores, funciona.
    Muchísima suerte (y justicia) para el Practicum II, que es el sprint final. Además, estoy segura de que ese niño ha tenido una suerte tremenda al haberse topado contigo y de que vais a disfrutar mucho los dos, mano a mano.
    Y gracias a ti por abrirsela a los demás.

    ResponderEliminar